A comienzos de los '70 unos compañeros comentaban sus experiencias de visitas a diferentes países, entre ellos a China. Había un comentario que impresionaba y dimensionaba la acción de las luchas y reclamos en esos lugares. Toda acción, comentaban, de masas -como se las llamaba entonces- como de sabotaje, en las luchas reivindicativas o de liberación, se atendía que las mismas no perjudicaran al pueblo trabajador. Fuera por suministro eléctrico, transporte a sus lugares de trabajo, educación, salud. A la producción de bienes esenciales. Zonas de trabajo, barriales. O sea, no afectar a trabajadores, pequeños y medianos empresarios, profesionales.
Direccionar el reclamo hacia aquellos directamente involucrados en darle una solución al problema. Y no contra los mismos pares. Estos lo que aportan es el propio perjuicio y la asunción de mayores gastos y contratiempos. En tanto los efectivamente responsables, tanto en sus barrios capitalinos hiper exclusivos, como en los privados del gran Buenos Aires, disponen de plena disponibilidad.
Respaldamos y apoyamos los reclamos de los distintos sectores sociales populares en su búsqueda de mejores condiciones. Nos parece un logro inmenso haberse legitimado la protesta, sin represión ni judicialización. Lo que nos parece un error encauzar esas demandas contra semejantes que padecen similares penas y no tienen posibilidades alternativas.
Encontrar nuevas modalidades como encauzar hacia los lugares de decisión no sólo permitirá convertir en más efectiva la protesta sino en la adhesión de los que hoy son directamente perjudicados. Paros de trenes, subtes, micros y de enseñanza, de salud, por casos, afectan directamente a los sectores sociales que deben hacer uso de esos servicios de manera ineludible. No tienen alternativa.
Los grados de mejoras alcanzados en estos años imponen revisar mecanismos como así implementar nuevas modalidades.
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