martes, 27 de marzo de 2012

Justo y necesario reconocimiento


Por fin un acto de justicia, más allá de toda vileza de apropiación. Una reparación ineludible por parte de todos luego de ninguneos y desplantes al ¡Nunca Más!.
 
No tengo la menor duda que, los seis jueces y los dos fiscales, han dado una lección de ética democrática propia de PATRIOTAS, al país y al mundo. Ser cabales administradores de justica ensombrece y entristece muchas de las cosas que han venido después. También son una esperanza. De la inmensas reservas del país. Caminan por la calle. Son gente como uno. Pero cuando el deber los convocó pusieron hasta su cuero para cumplirlo.
 
Su labor jamás se hubiera visto realizada sin el inmenso coraje y sed de justicia de los miles de testigos que brindaron sus testimonios. En un momento del país donde dominaban las dudas, los miedos y una estructura dictatorial todavía viva y dispuesta a no retroceder. Dimensionar la envergadura de esos tiempos potencia la estatura de testigos, jueces y políticos, a un nivel de gesta épica que selló nuestro futuro. 
 
Las opiniones o críticas pueden ser únicamente válidas si las mismas consideran las circunstancias propias que se atravesaban en ese momento específico. No es de juego limpio opinar de lo que se debería haber hecho, con el diario del día siguiente.
 
Estos hombres, en el momento histórico que les tocó actuar, lo hicieron con ejemplar comportamiento.
 
Esta entrevista me parece imperdible, para guardarla, para saber quiénes fueron los que iniciaron y plantaron la Memoria, la Verdad y la Justicia.
 
¡¡¡Qué cojones Don Raúl!!! Conmueve el dimensionar que enfrentó al Poder Militar, sanguinario y dictatorial en los peores momentos y juzgarlos. A los tres días de asumir en diciembre del '83.
 
Kirchner, fue un continuador, a su manera, completandole a la democracia su faz social. Integrándola. Otro titán. Distinto. Pero la obra de la construcción democrática, en la Argentina, en estos casi 30 años, reconoce esos dos hitos ineludibles. Dos pilotos de tormenta. De los que escacean en cualquier lugar y época. Como el haber tenido un Maradona y un Messi: un privilegio.

sábado, 24 de marzo de 2012

Reestreno, en segunda temporada, de "Impalpable"



El Grupo Sambuseck vuelve a presentar, este año, Impalpable, bajo la dirección de  Sergio Calvo y codirección de Ignacio De Santis. Con la actuación de Elisa Bressán, Maia Orihuela, Malena Schnitzer.

Se presenta todos los viernes a las 20.45 hs en el Teatro VeraVera teatro, Vera 108. El valor de las entradas es de  $40 y $30 para estudiantes y jubilados. Las reservas realizarlas al 4866-5487 o a través de Alternativa Teatral

La opinión de la crítica ha sido destacada. Un retrato perfecto de la vida de pueblo en los años '50, cargada con dosis iguales de dulzura, patetismo e ironía. Opinó Florencia Miranda para El circuito de teatro.

Como un elefante que de pronto avanza en estampida, Impalpable es una obra que crece en volumen y, ante el menor descuido, pisa el corazón del espectador con una sensibilidad asombrosa. Fueron los comentarios de Martín Jali para Esto no es una revista

En tanto, María Inés Senabre la consideró MUY BUENA. Una obra seductora, bella. Todos los elementos son hermosos, luminosos, vivos. Un trabajo de iluminación casi cinematográfico.

Critic Under, con la firma de María Milessi, escribió que es Un trabajo de gran belleza visual, una puesta atractiva e inteligente  que aprovecha al máximo los recursos con los que cuenta. Una propuesta estética que emana sensualidad

La dramaturgia pertenece a Sergio Calvo, Ignacio de Santis, Catalina Alexander, María Elisa Bressan, Malena Schnitzer. La escenografía pertenece a Gonzalo Córdoba Estévez; el diseño de luces a Sandra Grossi; vestuario, Jam Monti; la música original es autoría de Nicolás Bari y Matías Niebur; la fotografía a cargo de Natalia Rubinstein y la producción de Mariana Eramo; asistencia en escena, Angeles Vons

Este espectáculo cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y PROTEATRO. Y para mayor información sobre Impalpable contactarse con sambuseck@gmail.com; en Facebook: /ImpalpableTeatro y en Twitter: @sambuseck


Las 85 películas que recomienda Scorsese



Martin Scorsese es uno de los exponentes que van quedando del cine de autor. En Estados Unidos forma parte de un núcleo de cineastas que han dotado al séptimo arte de su peculiar mirada. Distintiva. Diferente. Involucrándose en diferentes temáticas que cuestionaron y ponen de relieve aspectos de la historia como las  costumbres de las sociedades.
Recordadísimos títulos como Taxi Driver, Toro salvaje, Cabo de Miedo, Historias de Nueva York (junto a Coppola y W.Allen), Los infiltrados, El aviador (que le valió el postergado Oscar) y Hugo.
Recientemente dio a conocer las 85 películas que no deberían dejarse de ver. Acá podés acceder a la nota,  más abajo se reproducen los títulos.

El gran carnaval
Solo el cielo lo sabe
America, America
Un americano en París
Apocalypse Now
Arsénico por compasión
Cautivos del mal
Melodías de Broadway
Nacido el 4 de julio
El cabo del miedo (1962)
La mujer pantera
Atrapados (Max Ophuls, 1948)
Ciudadano Kane
La conversación
Crimen perfecto (1954)
Haz lo que debas
Duelo al sol
Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Europa’51
Faces
La caída del Imperio Romano
Francisco, juglar de Dios
El poder del mal
Forty guns
Alemania, año cero
Gilda
El padrino
El demonio de las armas
Salud (Robert Altman)
La puerta del cielo
Los crímenes del museo de cera
¡Qué verde era mi valle!
El buscavidas
Al volver a la vida
Le cake-walk infernal (George Méliès)
Sucedió una noche
Jasón y los argonautas
Te querré siempre (Viaje a Italia)
Julio César
Kansas City
El beso mortal (1955)
Klute
La tierra tiembla
La dama de Shangai
El gatopardo
Macbeth (Orson Welles)
The magic box
MASH
A vida o muerte
Los vividores
El Mesías (Rossellini)
Cowboy de medianoche
Mishima
El secreto de vivir (Frank Capra)
Caballero sin espada
Nashville
Noche en la ciudad (Jules Dassin)
Un, dos, tres
Othello (Orson Welles)
Paisa
El fotógrafo del pánico
Manos peligrosas
El juego de Hollywood
Poder y gloria
La diligencia
Ejecutor
Las zapatillas rojas
La prise de pouvoir par Louis XIV
Los gloriosos años 20
Rocco y sus hermanos
Roma, ciudad abierta
Secrets of the soul (1912)
Senso
Shadows
Corredor sin retorno
Como un torrente (1958)
Stromboli
Los viajes de Sullivan
Chantaje en Broadway (AKA El dulce sabor del éxito)
Los cuentos de Hoffman (1951)
El tercer hombre
La brigada suicida
Sed de mal
El proceso (1962)
Dos semanas en otra ciudad

El Topo, de John le Carré


Fernando Bogado, escribió en Extracine.com la crítica sobre el film basado en un texto de John le Carré que a continuación ofrecemos. La consideramos una interesante mirada sobre el film como así sobre el cine de espías. Y, en particular, la consideración a tener con el espectador.

"El género de las películas de espías tiene casi tanta historia como la del mundo: está bien, es un juicio retrospectivo y todo juicio retrospectivo puede encontrar el futuro en el origen a la manera de destino o, salvando las distancias, un género relativamente moderno en los albores de la humanidad. Como breve cita, tengo presente la polémica que se instalo entre Rodolfo Walsh y Jorge Luis Borges, dos escritores argentinos, que debatían en su momento en torno al origen del policial. Mientras que el primero afirmaba que podíamos encontrar el origen del policial en el conflicto entre Caín y Abel, en la Biblia, bah, el segundo afirmaba que eso era posible, digo, que era posible leer ese conflicto como un policial porque Walsh leyó después de que el género policial había sido inventado, con Edgar Allan Poe a la cabeza. Bueno, fuera de todas estas discusiones, vuelvo a la afirmación anterior: espías, en el cine, hay a patadas, más que en el mundo — o ya dentro de él — y la película de Tomas Alfredson, “Tinker Taylor Soldier Spy” es una de las mejorcitas de la historia del cine y justificó su expectativa, sin lugar a dudas.
“¿Para tanto?” reclamarán muchos, azorados, claro, con este tipo de afirmación. Sí, para tanto: la cinta no sólo retoma el clásico conflicto entre fuerzas gubernamentales enfrentadas en una guerra silenciosa — digamos: “Guerra Fría” —, o sea, se situa históricamente con una elegancia envidiable en el contexto espacio-temporal en el que se sitúa la historia — parte de todos los laureles que le vamos a tirar a este trabajo son mérito del director de fotografía, Hoyte Van Hoytema — y no deja de transmitir esa sensación a lo helado, lo frío: todo el tiempo, todos los personajes tienen ese humito triste que sale de las bocas cuando respiramos en la fría intemperie, y esto también puede ser une terrible exageración de mi parte — ya tantas —, pero si no es que lo tienen, dan siempre esa terrible sensación. La gama de colores es absolutamente fría: azules, grises, blancos, algún que otro rojo pero totalmente cautivado en el medio de todos estos colores gélidos: la escenas en la escuela en donde termina trabajando con otra identidad el personaje de Mark Strong ni siquiera parecen situarse en la calidez del mundo infantil sino, muy por el contrario, revelan — al estilo de una buena canción de Morrisey — los horrores de los internados masculinos ingleses.
La historia, el argumento: estamos en los comienzos de la década del ´70, metidos en los meandros de la agencia de espionaje británica llamada “Carrousel” en la lógica de este relato. En la cúpula más secreta, el “jefe de los jefes” — interpretado por un siempre exacto, envidiable John Hurt — dispone, desde su casa, la movilización de uno de sus mejores agentes, el personaje de Mark Strong, a Hungría. Allí, según lo comenta “Control” — el nombre del personaje de John Hurt — se podría establecer un contacto sumamente valiosos con un doble agente que tiene información acerca de la presencia de otro doble agente, un traidor, pero esta vez trabajando bajo las órdenes de la Unión Soviética. El plan sal mal, “Control” debe renunciar y, junto con él, su segundo al mando: “Smiley”, interpretado por Gary Oldman. Luego de la muerte del citado “Control”, en las mismas, internas esferas de las fuerzas de seguridad británica, empieza a flotar el fantasma de un traidor, un “topo”, confirmando así la sospecha de “Control”. Smiley-Oldman es sacado de su retiro para investigar especialmente el caso, para lo cual pide la ayuda de una sola persona dentro de la cúpula de líderes: el joven Peter Guillam, interpretado por Benedict Cumberbatch. Oldman descubrirá muy pronto que los jefes restantes — personificados por los geniales Toby Jones, Colin Firth, Ciarán Hinds y David Dencik — están metidos en una serie de prácticas, como mínimo, sospechosas que involucran, claramente, a toda la organización: ¿se está recibiendo información de un doble agente confiable? ¿No será en realidad este doble agente un señuelo para engañar a la fuerzas británicas? ¿En quién, realmente, se puede confiar?
La historia se complica más y más a medida que la cinta avanza, sumando problemas personales de los miembros del servicio secreto — un complejo triángulo amoroso que involucra al personaje de Firth y al de Oldman —, tenemos la aparición de un agente que fue sospechosamente retirado de la fuerza, personificado por un también excelente Tom Hardy, y un amorío que incumbe también a los más altos secretos a punto de revelarse. Y lo más interesante es que el espectador en ningún momento tiene todas las “claves” para entender la historia servidas en una suerte de bandeja de plata, no, para nada, al contrario: entramos a la cinta sin entender nada y sólo después de la primera hora logramos hallar algunas claves que nos permiten sumarnos a la intriga, pero de movida, nada. Estrictamente, ese es un logro narrativo envidiable: sin recurrir a la a veces tonta figura del personaje novato para que los personajes avezados en el tema le expliquen a él y, por extensión, al espectador aquello que constituye la serie de nombres claves para seguir la historia — pienso, rápidamente, en “Men in Black” (1997) y la relación entre Tomy Lee Jones y Will Smith —, la cinta logra a fuerza de insistir e invitarnos al frío mundo de los espías que todo el mundo entienda de qué se está hablando y hacia dónde va todo… Una película para ver más de una vez, sin lugar a dudas.
La actuación de Oldman es soberbia. Sutil, sobria, rígida como el trasfondo europeo en donde la historia tiene lugar, el actor británico da una lección de actuación cinematográfica, de actuación en general, al anularse en provecho de la lógica de la cinta… Realmente, es increíble como ese carácter “gélido” de lo narrado se transmite a su personaje.
“Tinker Taylor Soldier Spy” es una de esas películas para ver no dos, sino inmensas veces y sacar de allí una lección de lo que el cine debe ser: sin menospreciar al espectador, sin tomarlo como tonto y ofrecerle una historia simplona, lo que tenemos es un excelente argumento contado, entramado de la mejor manera posible. En este caso, es sencillo afirmar que el cine tiene muchísimo que ver con la particular historia del género de espías".

"Casa tomada", de Julio Cortázar


Compartimos uno de los tantos cuentos brillantes de Julio Cortázar. Casa tomada (cliquear en el resaltado), es un relato publicado en el libro Bestiario, de 1951.

Se han formulado diferentes interpretaciones de la narración, áspera, con referencias y señales de la subjetividad dejando el plano de las realidades a los sentires de los protagonistas y a la libertad interpretativa de los lectores.

El cuento pertenece a la etapa donde Cortázar se ha afincado en Europa, precisamente en 1951, luego de renunciar a diferentes cargos como maestro en la provincia de Buenos Aires y en Cuyo por descontento con el gobierno peronista.

Coincidimos con aquellos que encuentran en Casa tomada una alegoría a los cambios que se iban produciendo en el país De un modo de vivir que va quedando en el pasado y donde lo nuevo irrumpe de manera indubitable.

Domingo, a la tardecita

viernes, 23 de marzo de 2012


La imagen que acompaña a la nota corresponde a un afiche de la película Desaparecido ("Missing"), de Costa Gavras, protagonizada por Jack Lemmon y Sissy Spacek. Estrenada en la Argentina en 1983, en el momento final de la dictadura. El afiche colocado en una parada de transporte justo enfrente del centro clandestino de detención ESMA, en Avda. Libertador.

La fuente de la fotografía corresponde a la revista Argumento Político, que se publicaba entonces sosteniendo la campaña presidencial del doctor Raúl Alfonsín.

Aplaudimos la decisión de Néstor Kirchner de impulsar la fecha del 24 de marzo como feriado nacional, del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia en conmemoración del genocidio del Estado terrorista 1976/1983 y de sus víctimas.

Nuevamente, este 24, las calles y plazas de la República se inundarán de miles y miles de jóvenes, niños, familias, veteranos militantes, expresiones de todas las capas sociales, tratando, de hacer un alto del debate cotidiano, para revitalizar, todos juntos el ¡Nunca Más!. La muralla que toda la sociedad ha parapetado contra el asesinato, la tortura, la cárcel y el aniquilamiento del Estado de Derecho.

Nos vemos en la Plaza!!!

viernes, 9 de marzo de 2012

Una estampita para San Lorenzo


Formación de San Lorenzo, de 1914

Me acerqué a la Plaza, en la tarde del jueves ocho. Imaginaba que me iba a encontrar con conocidos cuervos. Así fue. Sorprendidos que me arrimara porque sentían que era una marcha del pueblo sanlorencista, exclusivamente. Puede ser. Pero quería ver y compartir una cita que habían estado preparando con carteles, volantes, notas en una cruzada casi heroica. Volver a los terrenos de Avenida La Plata para rehacer el estadio, desalojando al hiper de Carrefour que hoy lo ocupa, no es cualquier empresa.

Soy hincha de un club que ha llevado las alegrías y las frustraciones al límite de lo imaginado. Desde ser el primer campeón mundial de fútbol de la Argentina a habérsele declarado la extinción y desaparición de la institución. Entre esos dos extremos hemos vivido interminables vicisitudes e inmensas alegrías. Inolvidables. Unas y otras.

Fui a compartir esa tremenda demanda sentida por los sanlorencistas por que tengo, aún como adversario deportivo, una cantidad de mojones que me acercan a esa vieja institución, uno de los cinco históricos grandes, de manera distinta a otras.

Recuerdo El cura Lorenzo, con Angel Magaña, interpretando al curita que se arremangaba la sotana y se prendía en los picados. Mientrás preparaban el campito de lo que sería el CASLA. No podía imaginarme a ese fundador, que tomaba los colores del Barcelona para estamparlos en la nueva casaca, que gambeteara y reclamara en el juego. Años más tarde lo comprobé, a cuadras de ahí, con los curas pasionistas, que hacían gala de un fútbol bien jugado.

San Lorenzo me quedaba en el otro extremo de la ciudad. Y además no tenía ningún referente que simpatizara. Salvo los almaceneros y algunos otros gallegos del barrio. Durante muchísimos años, se decía, buena parte de la colectividad española se identificaba con ellos o con los amargos de Avellaneda. En buena medida, tanto por los colores, como por la inolvidable gira de 1946 que hicieron por España y Portugal. Solía identificarse como una delantera brillante la que disputó los partidos en la península goleando en la mayoría de los casos. Los nombres de Imbelloni, Farro, Pontoni, Martino y Silva quedaron inscriptos como una fórmula de exhibición y efectividad, a los que no llegué a conocer.

Cada tanto, de muy pibe, íbamos a la casa de unos parientes en Uspallata y Sáenz. Venenos de Huracán. Por lo que pasaba por Avenida La Plata y veía el movimiento de gente que iba a los partidos.

La primera vez que fui al Gasómetro fue para un amistoso de pretemporada, que jugó Racing, en 1964. Ese año había comprado al flaco César Luis Menotti; al mediocampista de Banfield, Luis Maidana; Daniel Bayo, de Gimnasia. Había tirado al Club por la ventana fortaleciendo las líneas en busca del campeonato. El equipo nunca apareció. En ese partido contra San Lorenzo, que terminó en una colosal lluvia, debutó un gordito, sin pinta de jugador, medio calvo, que entró en el segundo tiempo y revolucionó a las líneas. Sencillamente aplicando al abc de este deporte: toque, toque y llegada al gol. Ingresó a la historia cuando en los vestuarios le preguntaron cómo era que jugaba: Toco y me voy. Frase cuyo autor fue Luis Pentrelli, que recién había llegado de Italia, ya veterano, y que se incorporó al lenguaje cotidiano.

Con San Lorenzo ví, aún cuando era muy chico, en un partido en la cancha de Atlanta, en su mejor época, y después en Boca, a uno de los mejores delanteros: José Francisco Sanfilippo. Dotado, pero además un pionero en entrenar las debilidades de su juego. Tiros libres desde todos los costados de la cancha. Horas practicando con su pierna menos hábil como así cabezazos de ambos parietales. Se iban todos del entrenamiento y él le seguía dando. Fue un goleador completo.

Hubo una delantera que poseía una magia sorprendente y que se los llamó: "los carasucias". En particular al Bambino Veira, formidable delantero y a Alberto Rendo. Número ocho que le compraron a su archirival: Huracán. Siempre había soñado que hubiera sido el reemplazante ideal de Pizzutti, en la Academia. Pero no pudo ser. Era un placer verlos jugar junto a Doval, Areán, Casas, Telch y Albrecht. Inolvidable equipo.

Por esos años, creo que en el 67 o 68, San Lorenzo venía teniendo partidos donde goleaba y maravillaba. Tenía cierta áurea de invencibilidad. Los cinco delanteros disponían de un repertorio de alternativas que a las defensas se les hacía complicado neutralizar. Con 17 años, Veira que tenía pocos partidos en primera, debía ir a Avellaneda a enfrentar a Independiente, en las instancias decisivas del torneo. La defensa amarga era una serie de jugadores que más que salir en las figuritas parecían de un prontuario. Reconocidos como durísimos. Fieles al lema: pasa la pelota, nunca el jugador. Rolan, Silveira, el "bueno" de Maldonado, Ferreiro. El matón era el capitán rompehuesos: "Hacha Brava" Navarro. En la semana previa al partido había declarado, muy suelto de cuerpo, que si Veira jugaba, él lo iba a fracturar. Se especuló que era una bravuconada. Hasta que sonó el pitazo de inicio del partido. A los pocos minutos debieron sacarlo en camilla al Bambino por rotura de la rodilla por una patada del fullback rojo.

Anoche, mientras recorríamos esas cuadras cercanas a la Plaza en charla con cuervos, fueron apareciendo estos recuerdos compartidos.

Las circuntancias me llevaron a vivir a tres cuadras de la cancha. Desde el balcón miraba, en el ángulo entre las tribunas, cuándo terminaba el primer tiempo para ir con vecinos a ver el resto del partido. Fueron los durísimos años del exilio interior. No nos fuimos del país, en los años de la dictadura. El por qué será tema de otra nota. A pesar de ello, cuando debímos replegarnos, Boedo fue el ámbito que nos cobijó. Hace un tiempo, unos amigos y referentes realizaron un acto en agradecimiento a la sociedad brasileña, en la embajada en la Argentina, por haberlos recibido he integrado en uno de los momentos más desoladores: el exilio político.

Ahí en Boedo, se formó la familia. Nacieron mis hijos. Integramos las comunidades del Instituto Vocacional de Arte y del Colegio Bernasconi. Comenzaron a hacer deportes en el Club Italiano. Jugaron a la pelota en la calle Rondeau, nos anotaban las compras en la libreta de don Ceferino, usábamos el único teléfono público en la puerta de la tiendita de la Rosita; cargábamos con barras de hielo, para las fiestas, que traíamos de la fábrica de Metán. O las pizzas cancheras de Chiclana, las de San Antonio o las de La Puñalada, de Rondeau y Boedo. Pude trabajar, en la docencia, con compañeros que formábamos, como una patrulla perdida, en una escuelita de Curapaligüe y Fernández de la Cruz. Y siempre rodeados y compartiendo con el pueblo azulgrana.

Tenemos inolvidables recuerdos que emparentan momentos personales con el devenir sanlorencista. Recordamos el carnaval que se desató con la vuelta del Club cuando obtuvo el ascenso. Los sufrimientos y alegrías que se expresaban con bailes en la calle, pintadas, caravanas.

En esos años del exilio interior los compartimos con otras parejas o familias jóvenes que teníamos la necesidad de juntarnos. Nuestra casa fue el bastión de incalculables reuniones, cumpleaños, comilonas. Nadie preguntaba de dónde se venía políticamente. Convergíamos marxistas, peronistas, radicales en un reducto común.

Y todo esto ahí a unas cuadras del Gasómetro del que recuerdo, y nunca más ví, las plateas a nivel del campo,  delante de las tribunas. Como así el mundo deportivo y cultural que habitaba debajo de las tribunas. Como el de pelotari a tirar contra el frontón del anexo, al lado de la cancha. 

Los racinguistas del barrio no eramos demasiados. Al menos los conocidos. Teníamos un punto de encuentro que era el kiosco de diarios de Horacio, en 33 y Las Casas. Ahí le dábamos unos pesos por mes, que juntábamos entre los académicos para que lo depositara en la cuenta del Banco Nación que Racing tenía para recibir fondos y afrontar la bancarrota.

Malas administraciones, negociados, intervención de la dictadura, entre tantas razones despojaron a los sanlorencistas de su templo. Pudieron reestablecerse pero la herida nunca les cicatrizó. La vuelta a Avenida La Plata es un sueño que los proyecta. Espero que lo logren. En lo íntimo, también será una manera de revivir el tiempo pasado.