En la Argentina, sin ninguna duda, convivimos muy "buena gente". Tolerantes, maleables, confiados, aún después de tantísimas veces que la sociedad se viera avasallada. O engañada y maltratada. Tanto por incapaces, arrogantes o prepotentes. El síndrome del poder que, pareciera encarnizarse en ciertos liliputienses, váyase a saber por cuál extraña combinatoria astral, responsabilizan de sus ineficiencias al otro. Jamás asumen su plena responsabilidad.
Responzabilizar a la sociedad de la falta de planificación de organismos estatales (prototipo de ello son las dependencias del Transporte, por caso), a esta altura del campeonato es completamente versallesco. Es como creer que se gobierna a control remoto. Y que millones de personas son depositarias del arbitrio de medidas improvisadas, apresuradas, viciadas de falta de ejecutividad (carencia en arbitrar múltiples lugares de tramitación; amplitud de días y horarios; abastecimiento suficiente de tarjetas y formularios; implementación de a tramos de sectores sociales y no a lo pavote, masivamente, cuando se archisabe lo ineficiente de una decisión de ese estilo). La tarjeta SUBE ha sido un exponente de la falta de diseño práctico y aplicativo a una iniciativa que, en lo teórico, podría tener valores positivos, si se conocieran -sin misterios- su proyección de utilización. Más allá de que "dejará de ser gratuita".
Pero que en la implementación adquiere roles de bochorno. Y esencialmente hacia el pueblo trabajador. A los millones de personas que, a diario, padecen el pésimo sistema de transporte de la capital como del GBA.
El spot publicitario, que se está difundiendo con motivo de la extensión del plazo para tramitar la tarjeta SUBE, adquiere la insolencia de reprender e intimidar precisamente a los millones de usuarios que les falta hacerlo. Con bajos argumentos que desvalorizan los esfuerzos y sacrificios de los trabajadores y sus familias para sostener sus economías.
Largamente postergada su aparición. Tanto que formalizó un mercado paralelo de monedas, en el que se llegó a pagar 10 pesos por ocho monedas de un peso. O, durante larguísimos meses, estuvieron las lectoras en las unidades de transporte a la espera que se resolvieran temas básicos como la adhesión de las empresas, el blanqueo de sus ingresos, el clearing o el subsidio por equipamiento de las máquinas. Se tuvo que padecer el peregrinaje para conseguir monedas. Y aún cuando es para acceso a medios públicos de transporte, el no tenerlas implicaba quedarse de a pie y no viajar.
El mensaje es claro. Es un fuerte tirón de orejas que, como "maestrito", pretende expresar el aviso para los argentinos. Que dejamos todo para último momento. Que no nos calentamos por nada. Que lo que dicen entra por un oído y sale por el otro. Bueno. Ante la desidia nacional (en la que el spot cree y está dispuesto a enfrentar), actuando como justicieros, "la buena gente" (léase, ciertos lamentables funcionarios), finalmente, corrieron el vencimiento.
La insensibilidad social de la medida es que la misma se tomó a horas de vencer el plazo. Y cuando millones de ciudadanos se calcinaron debajo de un impiadoso sol veraniego, como el que padecimos en estos días. Ver las enormes cuadras de colas, en todos los barrios y localidades. Iniciadas antes de las 6 de la mañana, para un Correo que abre a las 10 horas con personas de todas las edades, condiciones sociales y estados de salud no encuentra justificación alguna. Se podía haber tomado antes y arbitrar mecanismos idóneos y aptos que amortiguaran el formidable impacto negativo de tiempo, dinero y salud malversada por la ciudadanía para obtener un medio que no afecte sus economías familiares.
En fin, tal como hacen ciertos funcionarios argentinos, que siempre hacen todo en función de la intensidad de los vientos que los afectan o benefician. Para ellos lo mejor es improvisar. Creen que el azar es su aliado. Y como el pueblo argentino está completamente nutrido de buena gente (nueva manera de decir b......), se la banca. Es lo que creen y que se deben de nutrir en sus vidas cotidianas alejadas de los sacrificios y necesidades del pueblo trabajador.