Hace un par de horas completé de ver las películas candidateables al Oscar. La que cerró la galería fue El artista. Una producción franco-belga que ha ganado los reconocidos Globos de Oro. Como así el de la crítica y público en los países donde ha comenzado su exhibición.
Los títulos que se disputan el rubro mejor película de la estatuilla han mostrado una interesante variedad de propuestas. Sostenidas, fuertemente, con actuaciones impar. La de Meryl Streep (La dama de hierro), Leonardo di Caprio (J Edgar) o George Clooney (Los descendientes) son muestras interesantes. Que se extienden a otras figuras de reparto como Octavia Spencer (The help). O los directores que han dado vida a esas historias. En esta edición, con expresiones de un cine de fuerte impacto, con pocos experimentos o formulaciones técnicas (recordamos Avatar). O bélicas (con la salvedad de Caballo de guerra). En este punto vale destacarse la elección de Martin Scorsese en haberse involucrado, para su excelente Hugo, en tecnología 3D. Aspecto que aporta al film una dimensión enriquecedora.
De las nominadas han sido ponderadas aquellas obras con aire de recordación, melancólico. De revival. También de homenajes. De todas maneras, una grilla con Clint Eastwood, Martin Scorsese, Steven Spilberg y hasta Woody Allen, con su encantadora Medianoche en París, permiten distinguir ciertos indicadores sobre elección de propuestas y tendencias en la premiación del próximo 26 de febrero.
El artista viene acompañada de crónicas y críticas enalteciéndola como un homenaje al cine. Es cierto que hay una cantidad importante de guiños en esa dirección. Es grato, por un instante verlo a Malcom McDowell, el protagonista de La naranja mecánica, la obra de Stanley Kubrick, o disfrutar a los casi legendarios John Goodman y James Cromwell en actuaciones destacadas.
Cuando lean que "es un homenaje al cine" no imaginen encontrarse con la insuperable Cinema Paradiso. O La rosa púrpura de El Cairo. Para citar algunos ejemplos. Dado que son innumerables los que se pueden encontrar. En verdad, casi todo director mecha con escenas, carteles, menciones su veneración a ese arte. Como el homenaje que filmó Brian De Palma, en Los intocables, reproduciendo, en clave policial, la caída por la escalera del cochecito con el bebé que Eisenstein inmortalizó en El acorazado Potemkin.
La obra de Michel Hazanavicius, el director de El artista, es una digna demostración de haberse involucrado en una propuesta que, desde el punto de vista cinematográfico, ya es un desafío.
Muda, en blanco y negro y con cuadro chico. Propio de la época que está ambientada. La década del '20. A diferencia de lo que mencionamos de Scorsese, Hazanavicius recorta su paleta de posibilidades técnicas y artísticas.
El resultado es que debió ponderar las actuaciones, el guión y la música. El dilema quedaba formulado en que el público debía interpretar la narrativa muda del film. Este es un homenaje al modo que se hizo cine antes de la sonorización. Y agrego otro desafío. Sin actuaciones que, en estos tiempos caerían en la sobreactuación o hasta el posible ridículo, si la textura de la trama fuera explicitada con actuaciones que reflejaran alegrias o tristezas con pantomimas, golpes, corridas, tortas de crema estampadas en la cara o cachetazos. El director francés realizó un film de época del cine mudo con la narrativa cinematográfica modelo 2011.
Les reitero lo que la mayoría de las opiniones que preceden a la película formulan como centro temático de la misma. Un homenaje al cine.
No puedo dejar de considerar que el señor Michel Hazanavicius es un francés. Que muy probablemente su visión del cine deba -reconozcámoslo: como todo el mundo- al enorme ascendiente hegemónico del cine norteamericano. Que, como magistralmente ilustra Scorsese, en Hugo, un arte originado en la vieja Europa pero desarrollado como espectáculo en los EE.UU. Y llevado a escalas de convertirlo, desde hace más de un siglo, en "el más genuino arte de masas" (S.Eiseinstein). O, en clave nac&pop, el blasón del triunfo del imperio haciendo llegar a todos los confines de la tierra su victoriosa batalla cultural.
Pero tampoco puedo dejar de imaginar la sociedad en la que se formó. No solamente la patria de los Lumiére, sino la de también Jean Gabin, Michelle Morgan, René Clair, Charles Boyer, Fernandel. Ni que hablar lo que originó, anecdóticamente, el Mayo francés. La formidable Cinemateca. O la nouvelle vague y, claramente, los Cahiers du Cinemá, de Goddard, que formularon una temática y manera de hacer cine totalmente innovadora.
De modo que, en nuestra opinión, convive fuertemente una mirada sobre el cambio tecnológico y sus consecuiencias. Tema que ha existido desde la noche de los tiempos, pero que, desde el último tercio del siglo XIX y todo el XX, ha significado una revolución social de muy profundos cambios en los usos y costumbres de las sociedades. Descartando o readapatando, en una naturaleza darwiniana, la extinción de las especies o su reacomodamienbto a los nuevos escenarios.
La evolución tecnológica y científica ha significado en el tiempo señalado muchísimo más que el acumulado histórico.
De tal forma que las eras y períodos se han acortado. La dimensión histórica obtiene nuevas visiones por el acceso a límites insospechados de alcanzarse, hasta no hace más de unas décadas.
Quiero resaltar las actuaciones. En particular la Peppy Miller, del film. Una especie de Paulette Godard y Theda Bara, con mohínes del estilo Betty Boop. Aunque resaltan ciertos rasgos de la Natalie Wood de Amor sin barreras. Hablamos de Berenice Bejo. actual esposa de Michel Hazanavicius, quien deslumbra en una actuación sobresaliente. En todas las facetas que le impone el guión adquiere dimensiones de estrella, graciosa, plástica y convincentemente actuada. Esta argentina-francesa, que recorría la avenida Corrientes y cuyo padre, Miguel Bejo, acompañó a Salvador Sanmaritano en las funciones del cine club Núcleo y que dicen algunos memoriosos haberla visto en alguna acompañando al padre, es una digna candidata a ganar el Oscar a la mejor actuación secundaria.
La impecable música de la película permite acceder a otro argentino. Alberto Ginastera, cuya obra Estancia forma parte de la banda sonora ejecutada por la Filarmónica de Flandes.
Una película recomendable. Para no dejarla pasar de de ver en su ámbito natural: el cine. En este sentido, una apostilla. La película la ví en el Gaumont. Precisamente un cine que homenajea a Luis Gaumont. Un emprendedor francés, cinéfilo, que en 1902 presentó en la Exposición Universal de París un sistema de sonorización de películas. No prosperó, pero fue un mojón en la evolución de ese arte.