Tapa de La Nación, informando de la inflexibilidad colonialista.
Ejemplo periodístico de cipayismo.
La conmemoración del 30 aniversario de la guerra por las Malvinas, ha venido acompañada, en los últimos meses, con una serie de situaciones de diferente tipo.
Entre ellas, el entrenamiento militar del príncipe Guillermo, durante seis semanas, en las islas. El lanzamiento de La dama de hierro, la película donde Meryl Streep interpretó a una Margaret Thatcher, en los días de la decisión de "Hundan al Belgrano!!!". Reclamos y reconocimientos de ex combatientes, testimonios, documentos como el de asumir vuelos regulares, desde nuestro país a la capital de las islas. Todas situaciones que han ido agregándole condimentos a una reivindicacion nacional. La designación de la embajadora en Londres; los periplos continentales y ante organismos internacionales, como con otros países, por parte de la Cancillería alentando la solidaridad con la causa argentina.
Como así la negativa de atención a las embarcaciones que se presentaran, en los puertos de la región, con pabellón de las Falkland, fuerte manifestación de política regional en respaldo a nuestro país. La ratificación chilena, en tal sentido, actuó como un fuerte señalamiento positivo.
La iniciativa de nuestro Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, promoviendo una declaración conjunta con otros premiados reconocidos condenando la ocupación británica de las islas y apoyando el derecho argentino a su integración territorial.
Además, de los sucesivos cruces entre nuestra Presidenta y el primer ministro inglés. En nuestro país, sirvió, entre otras tantas importantes cosas, a la desclasificación del Informe Rattenbach y su acceso público. La sesión parlamentaria, asimismo, en Usuhaia y la emisión de la Declaración suscrita por oficalistas y opositores con representación parlamentaria, de ambas cámaras.
La política argentina sobre los derechos de soberanía del archipiélago transita dos andariveles. La ratificación de nuestros derechos de recuperación de "la hermanita perdida", como el enjuiciamiento, sin cortapisas, de la aventura belicista encarada por la Junta Militar asesina.
Entre ambos aparece la construcción de un perfil político, sostenido, además, en la ratificación democrática y republicana de la Argentina. Enrolada en la solución pacífica de las controversias y de respeto a las vidas y bienes propios y de terceros; como de ratificación plena de nuestros derechos. El reconocimiento a la validez de los foros internacionales como ámbito de debate y de acatamiento a sus resoluciones por las partes y en el tendido de políticas que sirvan, en términos de proyección, a la integración y complementariedad de poblaciones antes que a las agresiones larvadas, la soberbia o los desplantes inconducentes.
La causa de Malvinas ha venido acompañando la mayor parte de nuestra historia, manteniendo el reclamo de nuestra soberanía. Causa que integra a todo el abanico político del país. De izquierda y de derechas. El punto de coincidencias la convierte en una innegable política del estado argentino, más allá de los gobiernos. Irrenunciable. Indelegable.
Sin embargo, una mañana, apareció en el horizonte un ave que traía una intención política diferente. Poponía reformular la mirada sobre nuestra soberanía recurriendo a integrar nuevos actores a la fórmula de la cuestión. Usurpadores vs. expulsados. Colonialistas vs. habitantes. Kelpers vs. argentinos.
No existen políticas perfectas. Por el contrario, son perfectibles por que son el medio para obtener logros móviles, perennes pero de constante reformulación en la inmediatez. Puertas adentro. Las cuestiones nacionales no se tercerizan. El cacareo mediático, la experiencia indica, flaco favor le hace a lo que se pretende alcanzar. No por ello hay que esconderlo, pero sí ubicarlo en las tribunas apropiadas. De no ser así podría cumplir una funcionalidad que, aún juzgando sanamente las intenciones, no favorecería a los supuestos objetivos que se persiguen.
Luis Alberto Romero volcó, en su columna de La Nación, una peculiar mirada sobre los derechos argentinos como el reconocimiento de los kelpers. A los pocos días, una respuesta, asienta los hechos de avasallamiento producidos por los invasores colonialistas, como así la continuidad histórica de los reclamos nacionales.
Las corporaciones mediáticas, mascarón de proa de la más cerril oposición, han asumido, entre otras, las opiniones sobre la batalla cultural. Por lo tanto, alientan y promueven diferentes tribunas de escritores, politólogos, periodistas, historiadores, economistas que manifiesten una oposición cerrada. Todo está mal. Vivimos en un antro. Lo que se promueve obedece a fines inconfesables, resultan el corolario de notas, artículos, editoriales.
Tamaño encono de nada sirve a la construcción republicana. Se convierten en usinas de divisiones y odios, pertenezcan a un lado u otro. Incapaces de dotar de un andamiaje de plataforma de país, con aspiraciones de gobernarlo y que nutra a una oposición, hoy inexistente. Intelectuales y medios se reabastecen unos a otros. En una espiral inconducente pareciera que los medios se jerarquizan con las opiniones de intelectuales a los que presentan como en las marquesinas de los teatros, llenos de lamparitas, que necesitan de los medios y sus ediciones de las grandes editoriales para conservar la vigencia de un pensamiento apocalíptico. Ostentoso en la enunciación, pero inconducente como manera de intevenir sobre la realidad. Es la política, que le dicen.
El juego sinuoso e inconducente que practican algunos medios, intelectuales y políticos los posiciona notablemente alejados de las aspiraciones, sentires y vivencias de la ciudadanía. Lo cual los castiga sin disimulos, en cuanto elección se presenten. Momento donde se sopesan todas las evidencias. Quienes nos esforzamos por no ser absorbidos al juego binario que se imponen sectores oficialistas y de la oposición, vislumbramos, al comportamiento enunciado, como uno de los factores de desequilibrio institucional más importante. La ausencia de una oposición legitimada, por sustancia, comportamiento y convicciones, simplemente atraida por las efímeras luces del centro, resultan un lastre riesgoso para la democracia .
El ejercicio cotidiano de la desmesura de opiniones implica la instalación de un monólogo a gritos y reproches de vereda a vereda.
En cuanto a Malvinas -ya que estamos reflexionando sobre el tema- de nada sirve la fractura del frente interno acusando al gobierno de usufructo bastardo de una causa nacional. Esto, reiteramos, no tabica la necesidad del debate. Aún el de la fecha como han formulado un grupo de intelectuales. Tiene un tufillo impositivo. Pareciera que se peca de lo que se critica.
Este debate que organizó La Nación muestra la ductilidad editorial que intenta ejercer (temas sobre el que volveremos en próximos comentarios) y que no dejan de ser reveladores de opiniones diferentes.
Malvinas es una causa completamente abierta. Sobre la que se deberá trabajar en cuanto ámbito se presente. Interno y externo. Pacífica y democráticamente. Debe pensársela y ejecutarla en términos de Nación. En una construcción de tiempos que superan las mezquindades y las sobreactuaciones. Es trabajar para el futuro de los argentinos.